Sobre Luis García

Es una actitud, un punto de partida, una metodología,
pero nunca un fin en sí mismo.

A un extraño personaje se le olvida el reloj y usa una máscara. ¿Qué parte de la existencia es más difícil, más compleja? ¿Es más triste un adiós en el alba o en el crepúsculo? ¿Todos podemos gritar maldiciones, reniegos o vivir perplejos, huir del tiempo, morir abatidos por el placer o desconocer que nos queda solamente una noche? ¿Cuál es la parte más temida? Aledaño al territorio, un temblor de misterio invade el lugar, reacciona a estímulos habituales, manifiesta interés por lo que piensan o hacen los demás, por lo que sucede a su alrededor. El subjetivismo actual malinterpreta la expresión artística, porque cree que como el héroe, es capaz de cortar la cabeza de Medusa, apoyándose en los misterios y el argumento que responde a la pregunta porque es capaz de alegrarse y se permite explorar los estados depresivos y la angustia y todas las emociones que provienen de acontecimientos ficticios.

Luis García conoce la agitación, mientras permanece en la fiesta para escribir su propia historia. Mira con asombro y no cuenta los signos, porque no está dominado por ninguna regla. Tampoco cae en el arte como entretenimiento, ni puede ser colocado en el mismo registro que el arte tradicional o en una maraña de resultados. Elabora fantasías de las actitudes que adoptamos frente al arte y emplea estrategias que participan de la pasión, la angustia, el miedo. Sus movimientos son rápidos, inquietos y en el viaje hay voces entrecortadas, él avanza al borde del vacío. Encuentra un sendero pleno de posibilidades y continúa.
Hay fluctuaciones periódicas, intermitentes ideas, conceptos, datos o imágenes. Quién sabe. Los criterios son variables. Luces y sombras concurren en el silencio inundado; su presencia está en el marco, en las voces ajenas, en los personajes, en las máscaras y hasta en los animales o en las armas…

Sus obras son inclasificables porque hay momentos discontinuos, donde la pintura es materia prima -ya sea intelectual o afectivamente, le aplica un proceso donde intervienen códigos personales y visiones del mundo diversas. Debería estar más claro qué es lo ocurre porque la innovación de la obra visible en estos momentos algo dice sobre la realidad más próxima, aporta su interés por la materia misma, que nos transporta a la naturaleza como si fuera una impresión atmosférica y espectral. La transformación de la realidad, diversa y dinámica, desafía la capacidad reflexiva para encontrar la relación entre vivencia social, ideas y obsesiones. Aparece y desaparece, porque solamente intenta producir nuevas experiencias y acercar al público lo más posible a la realidad. Desarrolla criterios y desvela sus trasfondos ideológicos, en un camino de proyectos enfocados en definir los nuevos modelos surgidos de la absorción de los cambios políticos, culturales y sociales. La noción de ironía ha gozado de una especial fortuna en el ámbito del pensamiento. Significa ante todo distancia: un dispositivo por el que uno se aleja de aquello que considera incuestionable e irrefutable.

Es una actitud, un punto de partida, una metodología, pero nunca un fin en sí mismo. La ironía, propina un golpe a la razón y transita por juegos que saltan en una insurrección de risas y organiza un desfile de personajes. Parece que detesta la monotonía o tal vez hereda antiguas obsesiones que pretenden definir el arte y traduce la agonía y el orgullo en bromas y preguntas capciosas que corroen. Tal vez es origen y se aplica a sí mismo la máxima que evoca el aliento ancestral que lo transita. Libera a los artistas de los intelectuales, del dogmatismo, de la verdad, de los principios morales, de la repetición. Es un síntoma de vitalidad cultural y forma parte de la esencia del arte contemporáneo, por lo cual es difícil tomar conciencia de su ironía y pensarla desde una “distancia” crítica porque aporta una perspectiva diferente, desconcertante que nos hace replantear las cosas. Es algo tan propio al funcionamiento del arte, que casi nunca se advierte, pero es ante todo una crítica o puesta en cuestión de las verdades fundamentales; más aún, representa la capacidad de dudar.

A veces un artista abre un diálogo en el discurso para eliminar la distancia y universalizar la vida. Luis García aborda el rompecabezas de la incertidumbre que precede a la imaginación, absorbe las fuerzas y se apropia de imágenes realizadas por otro artista y las interviene, las modifica o abstrae imágenes de la realidad o de la fantasía de otros artistas para condensar su visión, todo tiene significado. Luis García no siente la necesidad de crear mundos, revertiendo la célebre definición del arte de Nelson Goodman como “maneras de hacer mundos” sino más bien creo que los vincula. Es difícil precisar una proposición y analizar el aspecto vivencial de la obra de un artista, con una lógica así, en un contexto donde todo está incluido que provoca una distancia y desarticula los hábitos mentales, para poner en duda lo que pensábamos, lo que conocíamos o creíamos. El mundo se nos revela como algo extraño, porque nos llena de dudas.

Añade conocimiento a quienes, sumidos en un plano mortal y licencioso y con la personalidad deformada como suave delicia se hunde en el infierno porque irradia calor y edifica el caos con máculas de fuego, entre golpes de infinito placer, en una diversión sin muros… ¿o en la melancolía?

Al fin al cabo, toda definición de la obra de Luis García elude la complejidad de un artista que pretende definir el mundo por sus partes.